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- Casas malditas: El Palacio de Güeñes
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Oculus
sábado, 20 de agosto de 2016
PALACIO DE GÜEÑES
Sucesos llenos de misterio, leyendas
cargadas de voces quejumbrosas, sombras y oscuridad hallaron su espacio en las
conversaciones miedosas de la gente de algunos pueblos del lugar.
Nos
encontramos en Güeñes, provincia de Vizcaya. Más
concretamente en el Palacio de los Amézaga, un edificio grandioso, no
concluido, que empezaron a edificar tres hermanos, nacidos en aquella zona, los
cuales llegaron a ser generales en tiempo de Felipe V.
El palacio inacabado que ha llegado hasta nuestros días se
levanta, al parecer, sobre otra casona anterior, también propiedad de los
Señores de Amézaga. Cuenta la leyenda que a principios del siglo XVIII,
Baltasar Hurtado de Amézaga invitó al monarca Felipe V, con quien mantenía
amistad, a acudir a Güeñes y sentirse en la localidad como en su casa. «Allá en el encantador valle de Salcedón tiene su
morada cuando guste, Su Majestad», dijo.
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Felipe V |
El rey, airoso, le contestó que “no había en Güeñes hogar
apropiado para alojar al Rey de España”. Para restituir su honor herido,
Baltasar de Amézaga encargó en torno a 1709 a uno de los mejores arquitectos de la
época, Martín de Zaldúa, la construcción de un imponente palacio.
Antes de la conclusión del mismo, Amézaga murió en Flandes
y las obras se paralizaron. Llegados a este punto, surgen otras leyendas.
Las envidias de otros nobles, por el trato y la amistad entre el general y el rey, tomaron la forma de un miserable jorobado que no dudó en acudir a un afamado judío de Balmaseda, hechicero para más señas, para que lanzara una maldición a los Amézaga y así no pudieran terminar su obra. A cambio, el jorobado vendió su alma al diablo que se la arrebató a orillas del mar, a los pies del monte Serantes. Y así, la maldición se cernió sobre el inconcluso palacio de los Amézaga.
Las envidias de otros nobles, por el trato y la amistad entre el general y el rey, tomaron la forma de un miserable jorobado que no dudó en acudir a un afamado judío de Balmaseda, hechicero para más señas, para que lanzara una maldición a los Amézaga y así no pudieran terminar su obra. A cambio, el jorobado vendió su alma al diablo que se la arrebató a orillas del mar, a los pies del monte Serantes. Y así, la maldición se cernió sobre el inconcluso palacio de los Amézaga.
Otra de ellas afirma que uno de los hijos de los Amézaga
murió a causa de una enfermedad contagiosa. Tras su muerte, sus ropas fueron
regaladas al hijo de una familia vecina, quien pronto enfermó y acabó también
muriendo. Su madre, destrozada, acabó por perder la cabeza y los gritos y
lamentos se sucedieron…incluso tras la muerte de esta.
Pasaron los años y los hijos de la familia Amézaga todos
arquitectos, quisieron continuar la labor de su padre. Uno tras otro fueron
muriendo conforme retomaban las obras sin que se pudiese dar término al
proyecto de su padre: había nacido la leyenda del “Palacio de las Brujas”.
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Habitación interior del Palacio |
Con los siglos la obra inacabada terminó por
abandonarse. La maleza cubrió sus muros y salones y, desde entonces, los
vecinos del pueblo afirman escuchar escalofriantes ruidos y lamentos de mujer.
Güeñes es lugar rico en tradiciones
supersticiosas, sucesos de brujas, males de ojo y demás leyendas
escalofriantes.