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Posted by :
Oculus
martes, 17 de enero de 2017
Retomamos nuestro viaje por los
“Muñecos Malditos” aterrizando en Canadá para conocer a Mandy.
MANDY
Mandy es una muñeca de porcelana
creada en la Europa de los años 20 y se dice que es el objeto más embrujado de
Canadá. Probablemente cruzó el océano después de la Segunda Guerra Mundial como
botín de guerra. Dicen que fue un regalo de Humberto I de Italia a la hija del
capitán de su guardia, María, quien murió en un atentado pero lo único que se sabe a ciencia cierta es que viajó desde Europa.
La muñeca se dio a conocer al
mundo en 1991 cuando su propietaria la donó al Museo Quesnel en Old Cariboo
Gold Rush Trail, en la Columbia Británica.
Mandy, a la que su anterior dueña llamaba Miranda, llegó al museo en un estado lamentable. A las grietas
que tenía en el rostro, había que sumar la suciedad que presentaba, sus
vestimentas hechas girones y el mal estado de conservación del cuerpo. Tenia casi 90 años y había sobrevivido a las dos guerras mundiales. Según su dueña, era una reliquia familiar que debía estar en un museo y no facilitó mas información.
Unas semanas mas tarde volvió al Quesnel con cierto grado de nerviosismo, preguntando si había sucedido algo extraño desde que dejó la muñeca. Minutos después acabó confesando que no podía tenerla más tiempo en casa ya que por las noche la solía despertar el llanto
inconsolable de un bebe. El sonido era estridente y resonaba por toda la casa,
desde el sótano a la azotea. Finalmente, una noche se armó de valor y decidió
investigar. Cuando entró en el cuarto de Mandy se percató de que la venta
estaba abierta y las cortinas ondeaban al viento. La muñeca, sentada junto a la
ventana parecía estar mirándola fijamente. Después de aquel suceso decidió
donarla y desde entonces nunca más volvió a escuchar el persistente llanto que
la despertaba cada noche.
Si bien es cierto que desde que la muñeca vive en el museo no se ha registrado ningún llanto, si han pasado otros
sucesos extraños. Muchos trabajadores y voluntarios comenzaron a quejarse de
que sus almuerzos solían desaparecer de la nevera en la que los guardaban para
terminar apareciendo tirados en taquillas y armarios. Bolígrafos, lápices,
libros e incluso algunos de las piezas expuestas desaparecieron sin dejar
rastro. También, algunos de los trabajadores dijeron que comenzaron a escuchar
pasos donde estaba expuesta cuando no había nadie cerca de ella. Tras esto, trataron
de ponerla junto a otras muñecas, pero tendía a “atacarlas” empujándola de sus
pedestales.
Mandy fue expuesta en la entrada
del museo tras una vitrina con el fin de dar la bienvenida a los visitantes.
Pero la mirada turbadora de la muñeca, su sonrisa que parecía más una mueca
malévola y las grietas de su rostro hizo que muchos visitantes se quejaran.
Según algunos, la muñeca parecía seguirlos con la mirada y otros llegaron a
afirmar que la vieron pestañear.
Otros turistas y visitantes
aseguran que en su presencia, en el momento de ir a tomar una foto, las
baterías de sus cámaras se agotan instantáneamente y otros afirman que la
estaban filmando y que las luces comenzaron a encenderse y
apagarse cada cinco segundos y hasta que no apagaron la videocámara el extraño
espectáculo de luces no paró. Por otro lado, tanto visitantes, como voluntarios
y trabajadores, aseguran que Mandy ha cambiado de postura a voluntad sin que
nadie la tocara, su cabeza y sus dedos principalmente. Añadan a todos estos
sucesos la sensación de tristeza que suele proyectar hacia los que pasan
demasiado tiempo contemplándola.
¿Por qué se comporta de ese modo
una simple muñeca de porcelana? Hay una historia circulando sobre sus orígenes
que relata la muerte de una niña abrazada a su muñeca en un sótano.
Supuestamente, el alma de la niña quedo atrapada dentro de Mandy y cuando
fueron encontradas, la muñeca estaba llorando lágrimas de sangre. Leyenda o no,
investigadores de lo paranormal han dicho que el espíritu que vive en Mandy no es
más que el de una niña adorable que lo único que quiere es atención.